viernes, 30 de mayo de 2014

Asegúrate de acudir a Dios


















En ocasiones, casi siempre ocurre que no paras de gritar pidiendo ayuda, y no es un grito que todos puedan escuchar, es un grito interno, en la soledad de tu alma, un desesperado lamento, como si en un océano nadaras hacia arriba buscando la superficie y nunca llegaras, pero anhelando el aire insistes hasta que decides o continuar o rendirte, emerger o quizá  dejarte arrastrar por ese infinito océano de soledad y asfixia que representa tus adversidades, pero ya otros lo hicieron y lo lograron; de la tristeza en nuestra alma podemos culpar a otros, e inventar excusas, para justificar el hecho de que siempre conociste el bálsamo de la felicidad, pero por ser tan fácil nunca acudes a él, es posible cambiar nuestro estado de guerra interno a un estado de paz evidente, “Pues he aquí, tan fácil es prestar atención a la palabra de Cristo, que te indicará un curso directo a la felicidad eterna”, (Alma 37: 44),
¿No se ve en esto un símbolo? Porque tan cierto como este director trajo a nuestros padres a la tierra prometida por haber seguido sus indicaciones, así las palabras de Cristo, si seguimos su curso, nos llevan más allá de este valle de dolor a una tierra de promisión mucho mejor.
Oh hijo mío, no seamos perezosos por la facilidad que presenta la senda; porque así sucedió con nuestros padres; pues así les fue dispuesto, para que viviesen si miraban; así también es con nosotros. La vía está preparada, y si queremos mirar, podremos vivir para siempre.
Y ahora bien, hijo mío, asegúrate de cuidar estas cosas sagradas; sí, asegúrate de acudir a Dios para que vivas. Ve entre este pueblo y declara la palabra y sé juicioso. Adiós, hijo mío. (Alma 37: 45-47)

 "Hay una ley, irrevocablemente decretada en el cielo antes de la fundación de este mundo, sobre la cual todas las bendiciones se basan; y cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa."  (D y C 130:20-21)

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