miércoles, 21 de mayo de 2014

Decir lo que pienso y no tener la razón


Por. Melvin Lans












Lo que más me preocupa de hablar es no decir la verdad, y no me refiero solo al hecho de  mentir conscientemente sino a decir lo que pienso y no tener la razón, porque la razón es la verdad, y como me he llegado a convertir en mucho de lo que reflexiono, siento que cada vez que hablo influyo en alguien, y por la clase de influencia que ejerza en las personas que me escuchan seré juzgado, porque un hombre puede elevar a un pueblo a la luz con sus palabras o sumirlo en la oscuridad, pero hay muchos factores que pueden alterar la verdad, y uno de los más interesantes es la razón por la que se dice, porque esa razón establece un vínculo entre el hombre y la divinidad, o quizás simplemente un gran abismo entre los dos, Dios le da poder al hombre que tiene la intención de edificar a sus hijos, pero al que usa su posición para defender su orgullo más que al alma que se le mando salvar, es abandonado a su propio poder limitado e intrascendente, porque el poder del hombre es conocido, y limitado, pero el de Dios es espectacularmente ilimitado, la verdad es como una gema transparente y perfecta que si no se usa para hacer el bien pierde su transparencia y se vuelve opaca, inservible, ayer uno de mis amados concejeros dio un discurso sobre la proclamación para la familia, y dijo la verdad, pero lo que más me lleno de su discurso no fue lo que dijo sino lo que me hizo sentir al decirlo, él fue una luz brillante, que ilumino nuestro sendero hacia la paz, Hablar es un don que se nos dio para edificar a los hijos de Dios, pero Cristo no solo hablo palabras sino que hizo obras maravillosas cuando conocemos la verdad debemos ir y hacer, para que nuestros vestidos sean hallados sin mancha delante de Dios. Hablamos en contra del orgullo y la soberbia, pero con nuestros hechos lo dignificamos, y de esa forma perdemos luz.

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